miércoles, 2 de marzo de 2016

Calcetines sin pareja

Juro por Dios que el día que hicimos las maletas para venir a vivir a Saffron Walden, cogimos pocas cosas. Y de esas pocas cosas que nos trajimos, estoy segura de que todos los calcetines que trajimos eran calcetines aparejados, todos con su compañero. Quizá siete por miembro, de la familia, quizá cinco, no lo sé, pero lo que sí es cierto es que todos, TODOS, tenían compañero. No llevábamos ni dos semanas aquí y al menos uno 20% de los calcetines que juntamos toda la familia, habían perdido a su compañero. Y aquí no hay trampa ni cartón, tenemos tan pocos muebles, tan poca cacharrada, que no hay opción a que hayan quedado en el fondo del cubo de la ropa sucia, que no tenemos, o escondidos bajo una alfombra, que tampoco tenemos, o detrás de un inexistente paragüero... no señor, estamos en un todo a la vista.
Ni mudándote de país escapas al conjuro y misterio de los calcetines desaparecidos. 

viernes, 26 de febrero de 2016

Una vajilla Noritake

Lo he vuelto a hacer, he regresado a la nave de las subastas. Sí, lo confieso, no he superado la tristeza que supuso el ver cómo me robaban el espejo victoriano, amor de mi vida durante diez minutos, y he regresado con La Batu al lugar del crimen, pensando que quizá podría encontrar otro espejo que reemplazase al viejo, o que, con un poco de suerte, el que pujó por el mío no hubiese ido a buscarlo nunca y estuviese de nuevo allí. Mi gozo en un pozó,  ni el mío, ni ningún espejo digno de tener el calificativo de victoriano.

Como soy frívola y casquivana (aunque no sea rubia), volví a quedarme prendada. Estaba decidida a olvidarme de espejos, por el aquel de no caer dos veces en la misma piedra, y centré mi deseo en una vajilla Noritake, o sea, una cerámica japonesa que tiene creaciones con diseños adaptados al gusto británico (no, no sé nada de cerámicas, simplemente que yo esté tan puesta, lo vi después en wikipedia) con unas hojas y unas flores en tonos verdes muy sutiles que yo ya visualizaba luciendo este verano en mi mesa de jardín (que no tengo) sobre un maravilloso mantel de lino, (que me prestaría La Batu, porque yo tampoco tengo) y sirviendo el almuerzo de 12 amigos (aún no tengo tantos, pero todo se andará) todos inteligentísimos, divertidísimos y cultísimos. Como yo, claro. En esas estaba cuando recibí el mail de la compañía de subastas diciendo que me la habían birlado por solo cinco libras de diferencia, otra vez he apostado a caballo perdedor .Bueno, en realidad, el caballo perdedor soy yo,  a juzgar por las cifras tan ridículas que estoy siempre dispuesta a pagar. En realidad soy caballo tacañón, mejor dicho. ¿De verdad te quieres hacer con una porcelana japonesa por 50 libras? ¿Y con un espejo victoriano por 60? Debería fijarme más en La Batu, no pega tiro al aire. Quiero esta cubertería de plata, la consigo, quiero esta colección de manteles, pago por ello. Y no hay más misterio en el arte de pujar en las subastas. ¡Pon una cifra razonable, y te lo llevas, tía  miserable!

Una vida sin pasado

Cualquiera que venga a nuestra casa ahora mismo, pensará que somos una familia que viene huyendo de algún dramático episodio de nuestro pasado y que queremos empezar de cero, dejando atrás sin contemplaciones, nuestro vida anterior. 

He pasado por casi todas las casas de españoles que viven aquí (cinco más) y todos ellos, tienen objetos traídos de España o de su país para no perder el contacto con su vida anterior, fotos de padres, hermanos, amigos, figuritas decorativas, amuletos de la suerte, discos, sábanas, dibujos “no-me-olvides-vuelve-pronto” que los amigos de los niños hicieron antes de su marcha, o alguna vajilla de porcelana, sin la que, es obvio, no se puede vivir. Nosotros nada, ni un cuadro, ni una foto, nada. Suena muy prosaico, pero el único objeto que podría estar vinculado a mi pasado es la olla exprés (que le ganó la batalla a la thermomix) y que fue lo único que me cabía en el coche después de haber cargado las maletas de los cinco, una garrafa de aceite de oliva virgen extra y los dos ordenadores. Al menos Héctor se trajo la guitarra, que digo yo que ya podría yo haber elegido algo menos práctico que la olla exprés. 

El otro día un amigo se fijó en que el techo del pasillo hay una trampilla que accede al sobrao. "¿Habéis mirado eso?. Ahí os caben muchas cosas". Cuando le dijimos que no, insistió que subiésemos a verlo porque era un buen sitio para guardar cosas. Tuvimos que decirle que no tenemos nada que guardar, que no hay más que lo que ves, somos transparentes. 

A veces me justifico diciendo que en realidad uno no necesita tantas cosas para vivir, pero es una de esas frases hechas que solo consuelan al que las dice. Y ni siquiera a mi me sirve de consuelo cuando voy a echar mano de un colador que no tengo. 

Soy anfitriona

Hoy viene una amiga de Sol a jugar a casa y estoy más nerviosa que si fuese a recibir al mismísimo Barack Obama.


Reviso que la casa está ordenada (como si los ingleses fuesen los reyes del orden) y que todo está bajo control. Como aquí cenan pronto, aviso a los peques de que cenaremos a las 5.30, la niña no se puede salir de casa sin haber cenado, su madre viene a recogerla a las 6. Héctor y yo somos incapaces de meternos un plato de sopa a esas horas. Y a los niños al final les hago un sandwich y ensalada.


Todo sale bien. Ya me siento experta en protocolo materno/infantil británico. A partir de ahora espero no parar de invitar a amigos y amigos y más amigos de los niños a que vengan a casa a jugar

Mi primera resaca, chispas

Yo: Solo tomé dos cervezas, no sé por qué me siento así. 
Héctor: ¿Solo dos cervezas grandes? Bueno, es más de un litro de cerveza  para el cuerpo. 
Yo: Ahora sé por qué me siento así. ¿Dónde está el paracetamol? 


Mi primera cita, chispas

Ayer pasé un día de nervios tremendos. Por la noche acudí a una quedado con las madres del colegio. Ladies out, en un pub local para tomar algo. A las 8 de la noche, que es como en Madrid quedar a las 2 de la madrugada. Miro en sus perfiles de FB y veo que muchas de ellas hablan de lo divertido que son estos encuentros y donde, al parecer, se sienten taaaaan libres como para beberse todo el vino del salón. Salí de casa con el tiempo justo para llegar diez minutos tarde y no ser la primera, pero para mi sorpresa, fui la primera. A punto estaba de pedirme algo, cual soltera solitaria intentando ligar con algún buen partido local, cuando se presentó otra madre, también recién llegada hacía poco y que no conocía a nadie. Así que nos pedimos dos grandes cervezas y nos hicimos amigas para siempre. A la media hora estábamos sentadas en unos elegantes sofás del pub y ya éramos un grupo de diez mujeres que lo primero que nos preguntábamos, ¿y tú de quién eres madre? (una nueva versión del ¿y tú de quién eres?). 

Las únicas que tomábamos cerveza éramos las extranjeras, las dos españolas y my best friend forever, que resultó ser inglesa recién retornada de cinco años en Waterloo, Bélgica. Las demás tomaban prosecco como si no hubiese un mañana, pidiendo botellas sin piedad. Yo estaba convencida de que en menos que canta un gallo las inglesas estarían subidas a la mesa, bailando y enseñando las bragas, mientras que nosotras tres, que solo íbamos por la segunda cerveza, mantendríamos la dignidad y el pabellón bien alto. Pero de pronto comencé a notar cierto malestar, la tierra, el pub, se movía un poquito y en mi estómago pasaban cosas raras. Aterrorizada con la idea de que la cosa fuese a más en mi primera cita, decidí retirarme a tiempo y discretamente llamé a Héctor para que viniese a buscarme. Me sentía incapaz de subir caminando la cuesta a casa, que en aquel momento me parecía lo mismo que subir al Everest.  Me alegré inmesamente de que la CML se hubiese sentado al otro extremo del grupo, así si la cosa empeoraba, no tendría que pisarle a ella  en caso de que tuviese que salir al baño. Héctor llegó a los 5 minutos de mi llamada. Y todo lo demás, es bruma. 



El abrigo de leopardo

CaitlinMoranlocal me esquiva. Ya me hablo con muchas mamás del cole. Pero sigo buscándola con el rabillo del ojo. Un abrigo de leopardo no pasa desaprecibido.