La Caitlin Moran local me rehuye. No sé si no quiere saber de mi o simplemente no quiere que su hijo venga a jugar a casa con el mío, que es lo que yo le he pedido. Estoy tentada de echarme una botella de ginebra al bolso y dejarla entrever en los ratos del patio. Isabel dice que eso me daría muy buen resultado.
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