En el patio del colegio espero a que salga Sol de la clase de costura. Yago juega con un niño de su clase que también espera a su hermano mayor. Me presentan a su madre, una rubia de pelo largo que lleva un abrigo de leopardo y unos lazos enormes en su cabeza. Es la Caitlin Moran local. “Vivimos aquí enfrente, me dice señalando uno de los cottages de la otra acera, y a pesar de todo, siempre llegamos tarde”. Crecida por el hecho de haber logrado abrir una cuenta de banco y contratado una línea de teléfono en la misma semana, decido marcarme otro objetivo; hacerme amiga de CM.
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